Las legendarias plazas de Quintanar

Las plazas son espacios para estar, para pensar, para sentir, para hablar. Las calles son para andar. Es lo estático y contemplativo frente a lo dinámico y activo. ¿Qué han pensado?, ¿qué han sentido?, ¿de qué han hablado los quintanareños?. Salgamos a la calle, andemos un poco, parémonos en cualquier plaza. Evoquemos su nostalgia meditativa……..

PLAZA DEL AYUNTAMIENTO. Era una plaza relativamente nueva. Se hizo en el s. XVI, después de la iglesia, en unos corralones, que afeaban al pueblo. Se pretendió que fuese con soportales, amplia, cuadrada. Y desde entonces aquí ha estado el Ayuntamiento. Antiguamente con un corredor desde donde los concejales veían las corridas de toros, comiendo confites y fruta y donde también se reunían- a campana tañida- para tratar las cosas pertinentes al consejo y al Rey. En ella se celebraban corridas de toros. También había representaciones teatrales. Precisamente aquí, en 1676, un cura, Don Francisco Gallardo, sustituyó a un cómico que había sido herido por un compañero la noche antes de la representación. Y el pueblo se lo agradeció.

plaza del ayuntamiento

Es este el lugar representativo de la vida social del pueblo. Aquí se viene a hablar de política. Aquí se venía a presenciar espectáculos. Es por eso el lugar de la vida cultural y democrática. Aquí se oyen discursos. Aquí se seguía con atención la corrida y el teatro. La vida social del pueblo entre estas fachadas. Un pueblo que es algo más que sus hombres, un pueblo que acota un espacio para la discusión reposada y para la reflexión dialogante. No olvidemos la virtud de esta plaza……

PLAZA DEL GRANO. Esta es la plaza más antigua del pueblo, junto a la iglesia. Aquí había una encina copuda y vieja a cuya sombra se reunían los primeros «quinteros» que labraban la tierra de Quintanar. Aquí hablaban del esfuerzo común, de cosechas, de ganados, de jornales. Los hombres sudorosos y esforzados que fundaron el pueblo oían la voz del Maestre de Santiago que les pedía tributos para la guerra con el moro. Y debajo de la encina los buenos labradores, mesegueros, vinateros, yegüerizos y porquerizos se distribuían a partes iguales, el trigo y la cebada con que debían contribuir. Y aquí hicieron una amplia casa de piedra para almacenar los granos……..

Plaza del grano

Esta es la plaza donde los quintanareños se sentían unidos. Esta es la plaza simbólica del esfuerzo común, de la solidaridad y de la justicia. Este es el espacio acotado para poner hombro con hombro y sacar entre todos adelante este esfuerzo común que es la vida de un pueblo. Aquí podemos recordar los versos del poeta quintanareño Diego López, que expresa así la voluntad común y justa de hacer un pueblo:

«Repartiendo el gobierno y sus oficios

por igual al hidalgo y al perchero,

el Quintanar creció de tal manera

que fue entre aquestas villas la primera».

EL ATRIO DEL CONSUELO. Junto a la puerta del cierzo de la iglesia y enfilando la calle de San Agustín está el Atrio del consuelo. Aquí reposan muchos huesos de quintanareños desde hace siglos. Los entierros se hacían en el interior de la iglesia y cada cien años de sacaban los restos y de depositaban en osarios que se abrían en este atrio. Conocemos las ceremonias de 1647 y 1747. Se hacían una procesión general, el pueblo estaba enlutado, doblan las campanas y todos asistían a un colosal entierro de sus antepasados………

atrio del consuelo

Por aquí ha pasado mucha gente. Aquí se ha dado la paz definitiva a muchos paisanos nuestros. Por aquí está la puerta principal de la parroquia. Y por aquí han entrado bautizos, bodas, gente con dolor y con pesar. Por aquí ha salido el consuelo y la esperanza. Este es el lugar de la paz honda y de la esperanza cristiana………

EL TESILLO. Está detrás de la iglesia, junto a la ella y gótica puerta del sol. Es el lugar de la transacción y del mercado. Aquí acudían los yegüerizos que pastaban sus yegüas en el pradillo y venían con sus caballos y sus mulos a vender. Aquí un viejo quintanareño compraba un mulo para el arado o un caballo para la guerra. Aquí venían hombres curtidos de la sierra de Cuenca y vendían sus quesos, ovejas y sus puertas de madera. Es el mercado más antiguo del pueblo. Después sirvió de ferial y de campo de juego para muchachos.

Tesillo

Este es un aireado sitio para reflexionar en la entraña medular del pueblo: el trabajo, el comercio y la industria. Aquí nació el viejo espíritu comercial de los quintanareños castizos. Hicieron empresas, compraron y vendieron de todo. Así se forjó un pueblo activo y decidido de los más industriosos de España. Luego vino la atonía y el abandono, el dejar la actividad y la modorra subsiguiente. Aquí hay que meditar en el trabajo, la agresividad y el empuje. En el tesillo los quintanareños se deben encontrar con el reto de hacer para su pueblo una economía moderna que de a todos pan y trabajo.

PLAZA DE LAS MONJAS. Del Tesillo sale un callejón -dedicado al Párroco Don Agustín Ramírez- que desemboca en la «calle lisa» haciendo una pequeña plazoleta. Esta es una plaza para contemplar un palacio: La casa de piedra. Y ahí está de frente, con sus piedras doradas por el tiempo, con su gran balcón, con sus nobles escudos de los Rada. Esta es la obra que el año 1662 comenzó Don Pedro de Rada. Discutió en el Ayuntamiento y aunque hubo oposición, Don Pedro de Rada, que era un hombre enérgico que no se arredraba. Sentía el orgullo de una familia pujante y quiso dejar en piedra duradera la gloria de sus antepasados y el prestigio de sus descendientes. Ahí están sus escudos simétricos que recuerdan la vieja familia y el espoleo de dos frases: «Si Dios quisiera más subiera» y la afirmación de que «Sólo a Dios el honor y la gloria».

Esta es una breve plaza para dejarse sensibilizar por la belleza. La piedra pulida y ordenada, la proporción exacta, la nobleza de líneas y el escudo pulcramente labrado con sus encinas y sus torres, sus lebreles encadenados y el agua corriente ladera abajo. Parémonos a contemplarlo. Agradezcamos a Don Pedro de Rada el momento y la emoción. También el pueblo vive arte, y cualquier tarde, viniendo el Tesillo podemos pararnos un momento y sentir que la vivienda humana puede ser dignificada por la piedra y la inspiración.

PLACETA DE LOS CARROS. Antes se llamó plaza de la Cruz Verde y ahora de Miguel Echegaray. Esta fue la plaza de los que van y vienen. La plaza de las esperanzas y las nostalgias. Luego los meloneros del Tomelloso llenaron la amplia plaza con sus carros llenos de sandias y melones y sus varas en alto. Y pasado el trafico volvía a la paz de siempre. Precisamente aquí, un día de septiembre de 1846, en la posada de Ángel Ferrer y Vicenta Arjona, nació Miguel Echegaray. Y este hombre llevó en su corazón el aire de trotamundos que le dejó la placeta. Escribió y viajó y en una de sus zarzuelas- «Gigantes y cabezudos»- nos dejó unos versos inspirados que llevan el sentir de la placeta:

«Por la patria te dejé,/ ¡ay de mí!/ y con ansía allí pensé/ siempre en ti. / Y hoy, ya loco de alegría,/ ¡ay, madre mía!/ me veo aquí.»

Placeta los carros

Buena plaza esta para meditar en el ansia del viaje, de arriería y de lejanía que siempre ha llevado el quintanareño. Y también de nostalgia con que todo quintanareño ausente habla de su pueblo. Es el cariño de la ausencia el que todos llevamos dentro. Cuando un quintanareño regresa de tierras lejanas vuelve a la Placeta de los Carros.

LA GLORIETA DE LA VIRGEN. En el año 1507 se ocupa la sinagoga de los judios y se comienza la obra de la ermita de la Virgen de la Piedad. Es esta una obra que duró trescientos años y que culmina, precisamente, con la Placeta. Es, pues, la culminación de una larga trayectoria espiritual en que el pueblo se esfuerza continuamente por dejar a la Virgen la iglesia con todo su esplendor. Es curioso que la placeta la planeó un forastero que trabajaba en la carretera que entonces se hacía: Fue Don Manuel Ramoneda «aparejador del Real Camino». Para el solar se compraron dos casejas por las que se dieron 895 pesetas. Así, como suena. Luego se acotó con su paredilla, se plantaron acacias, se regaba y allí jugaban los niños ruidosos y alegres……….

Plaza de la virgen

Muchos quintanareños van a hacer una visita a la Virgen. Luego podrían quedarse un momento en la glorieta. Sentarse allí sosegadamente y sentirse continuador de la inmensa gesta de sus antepasados de haber levantado todo aquello sobre una minúscula sinagoga cerrada. Aquí se respira esta honda tradición espiritual que es la devoción a la Piedad. Y aquí también se hace uno solidario de juegos y cánticos, de ingenuidades infantiles, de impresiones sencillas y alegres, de la niñez pasada que siempre debe estar presente en nuestro corazón..

PLAZA DE LA CRUZ. Esta pequeña y misteriosa plaza nos sorprende cuando bajamos por la calle de Jesús y María. En su fondo hay un callejón singular y huidizo: El callejón del coche. Por la situación y por su sinuosidad esta es una plaza típica del barrio judío de Quintanar. Toda esta zona estaba antaño entrecruzada de callejuelas retorcidas y callejones sin salida. Luego se hizo una reurbanización para dar salida a la Virgen de la Piedad. Por aquí- hasta 1492- vivían los judíos quintanareños. Probablemente Benito García de las Mesuras moraba aquí cerca y por el callejón del coche se desplazaba misteriosamente hasta el Pozo Amargo donde escondía un niño toledano que luego fue sacrificado en La Guardia. Los judíos se fueron una tarde de verano y dejaron sus casas cerradas. Consigo llevaron las llaves……….

Plaza de la cruz

Buen lugar este de la Plaza de la Cruz para reflexionar sobre un pasado de convivencia y unos años de furor intransigente. Moros en el Toledillo, judíos en este barrio y cristianos en el resto del pueblo, convivieron en paz largos años. Luego vino el verano de 1391 y la persecución, la ruina, el incendio y la sangre. Por fin se impuso la intransigencia y los prejuicios de raza: Los judíos fueron expulsados. Cien años más tarde les seguían los moriscos. En Quintanar prevaleció la intransigencia. Reflexionemos sobre este orgullo de tener siempre razón de no oir la opinión del prójimo. He aquí un rasgo quintanareño que debemos eliminar. La plaza de la Cruz nos invita a ser comprensivos, sencillos, humildes, a respetar al prójimo con sus ideas y opiniones.

PLAZA DE SAN ANTÓN. Esta es una castiza plaza, al final dela calle de San Cristobal, junto al callejón de San Blas y delante de la ermita de San Antón. San Cristobal, San Blas y San Antón, tres santos populares en una barriada entrañable. Es esta fuerte y robusta ermita, con su bello artesonado mudejar la que le da nombre actual. El viejo santo amigo de los campesinos y protector de sus animales está omnipresente en esta plaza. Y en las noches de luna se oye el rumor de la rifa del santo. Aquí viven honrados labradores, hombres del sudor y del trabajo.

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He aquí un terreno áspero pero acotado para hablar de la tierra y del campo, para hablar de los campesinos quintanareños. Quintanar ha sido un pueblo de comerciantes, empresarios, de oficinistas. Un pueblo industrial que deja de lado muchas veces a los campesinos. Y estos forman el sufrimiento, la honradez, el trabajo callado, la mano ancha y noble, la esperanza de la cosecha y el dolor del predisco. Los nobles, sencillos y honrados campesinos quintanareños que nos dan a todos ejemplo de vivir sin prisas, de esperar contra esperanza, de sufrir desamparos. Hablemos y aprendamos de ellos esta suprema lección que nos evoca la plaza de San Antón.

PLAZA DE SAN SEBASTIÁN. En lo alto de una cuesta, sirviendo de alfombra al Toledillo y de escabel a la ermtia del Santo, está esta castiza plaza que se adorna con el Pozo de la Cadena y se ensancha por un lado para recibir ganados cansados de trashumar veredas conquenses. La vieja ermita le da nombre, adorno y sentido. Esta es la ermita más antigua del pueblo, como es antiguo el dolor y la muerte. San Sebastián es una plazuela alegre, movida, colorista. Todo allí tiene perspectivas insólitas de callejuelas blanquísimas y riscos que recuerdan la raíz de la Mancha. Pero a esta plaza han acudido desde tiempos lejanos hombres y mujeres temerosos de epidemias, cóleras, de muertes repentinas. Y también de alegrías, músicas y hogueras.

san sebastián

Hay que volver allí para acordarse de eso. Todos tenemos. Todos estamos amenzados por un mal que no conocemos. A todos nos angustia la posible y temerosa enfermedad que no perdona. Aquí podemos acordarnos de nuestra condición humana: Hay risas, hogueras, color, movimiento y vida. Pero también acecha la limitación y el dolor. También está presente el temor a la muerte. Estos rasgos definitivos del acontecer humano- alegría y dolor, esperanza y fin- son el mejor mensaje de la plaza de San Sebastián.

PLAZA DE ESPAÑA. A quien tenga mustio el corazón se le recomienda una subida lenta y morosa por la calle del Carmen. Saludando a unos y a otros. Escuchando conversaciones y canciones sonoras. Oyendo el tin tin de los yunques y el rumor de los ganados. Después de esta alegría de la calle del Carmen, descanse un poco en la plaza de España. Sienta el frescor de sus casas encaladas y de los tiestos colgados en la pared. Beba de su fresco pozo y le parecerá que está en la alegre Andalucía. Estamos en el Toledillo, señores. Lo más vividero de Quintanar. Aquí se abre esta amplia plaza para cobijar pastores serranos que recuentan su ganado, para dar de beber a mulas trabajadas, para cantar una coplilla, para sentir el ardor y la alegría de vivir.

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A la plaza de España hay que subir para aprender muchas cosas. Allí se aprende hospitalidad, trabajo, pasión ardiente…..Pero sobre todo se aprende la honda, sabia, sencilla y oculta alegría de vivir. Porque la Plaza de España es la encrucijada y el resumen del Toledillo, y el Toledillo es el barrio más alegre, risueño, imaginativo y reconfortante y humano de todo Quintanar. Vayamos allí para aprender. Si, aprender, aunque sea de un analfabeto, aprender a vivir con alegría del pastorcillo y del hombre del campo. Aprender la belleza sencilla y adorno pulcro. Vayamos allí a olvidar complicaciones seudocultas y a dejarnos impregnar de su ardorosa y humanísima alegría de vivir.

PLAZA DE FELIPE VILLA. Esta plaza se abre en un bario moderno, claro y amplio que da la parque Colón. Plaza cuadrada, quieta. Es de las construcciones recientes de Quintanar y por ello nos habla más de un futuro que del pasado. Todo a su alrededor es moderno, confortable, de un buen nivel de vida. Se hizo el barrio- como otros después de él, como por ejemplo San Valentín- cuando los hombres de Quintanar empezaban a estar insatisfechos de su pasado y esperaban y se esforzaban por alcanzar un futuro mejor. Es por eso, el símbolo del empuje hacia el futuro.

Felipe Villa

Y por eso a esta plaza, como a las amplias plazas de San Valentín, hay que venir para desearle a Quintanar un futuro brillante. Y también para recordarle que el futuro se apoya en un presente de trabajo, esfuerzo y de justicia. Nada menos que esto nos recuerda la moderna plaza de Felipe Villa.

 

Juan Martín de Nicolás Cabo. (1981)

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Las ermitas de Quintanar

Mapa

El mapa que acompaña está tomado del llamado Catastro de la Ensenada, realizado en 1752 y que se conserva en el Archivo Histórico de Toledo. Nos da una visión esquemática y «naif» del Quintanar de aquella época y en él aparecen claras las diversas ermitas que ha tenido Quintanar. Veamos lo que sabemos de ellas.

IGLESIA PARROQUIAL. Es la que aparece en el centro, con una torre muy adornada y una florida veleta. En otra parte hemos dicho que esta iglesia, que ahora vemos, es la tercera construida en el mismo lugar. A raíz de la repoblación de Quintanar se debió ocupar una antigua mezquita- cuyo trazado se conserva aún- y construir una pequeña iglesia de tierra y cubierta de madera. Esta iglesia estaba en ruinas hacia 1490. Entonces se construye otra adecentando la anterior y que dura unos cincuenta años. En 1554 se comienza la construcción de la actual: una operación que aún no está concluída pues falta por acabar la puerta del cierzo.

La obra es ingente y dura largos años. Conocemos dos arquitectos que trabajaron en ella. Los dos eran vascos: Juan de Verdolazay Pedro Arausia. Como no había dinero suficiente para hacer la torre se acudió al Papa que conmutó un voto que tenía el pueblo de celebrar la fiesta de Santiago con una corrida de toros y permitió que los fondos se dedicaran a la torre. El resultado fue esbelto y grandioso: una torre de la cual en 1575 se decía que «no había ocho como ella en toda España». Cuando en 1752 se hace el mapa se dibuja una torre con detalle y cariño.

LA PIEDAD.  Es, naturalmente, la Virgen de la Piedad. Esta ermita tiene una larga historia. Se comenzó en 1492 sobre una sinagoga judía que servía a la judería quintanareña que se extendía en la barriada que hay hoy entre la Iglesia y la calle de las Aguas. Allí se puso -expulsados los judíos- una Piedad, al parecer de alabastro, y se comenzó una ermita para la Cofradía de la Piedad. El sitio era pequeño y en un callejón sin salida. Por ello se ordenó trazar las calles de la Virgen y de la Piedad y el año 1609 comienza una obra de ampliación que durará hasta 1850 con la construcción de la actual glorieta.

En el mapa de la ensenada está sin torre y es que, en efecto, la torre se construyó dos años después: se comenzó antes de la guerra de la Independencia y se terminó hacia 1819.

SAN SEBASTIÁN.  Con San Antón es una de las más antiguas, quizá procede de los primeros años de la fundación del pueblo, pues en 1495 se dice de ella que era muy vieja y estaba caída, señal de que tenía más de un siglo de antigüedad.

El año 1507 se comienza la reconstrucción a base de limosnas de los quintanareños. Y años después, en 1525, se describe como una ermita «enmaderada de pino con tirantes, soleras y aliceres». Tenía un retablo «pintado de pincel» con una imagen de San Sebastián y un crucifijo encima. Tenía también un esquilón mediano sobre la puerta. Unos años más tarde se trae una «imagen de bulto» y se dice que tenía dos puertas «una al solano y otra al regañón»; se han añadido dos nuevas imágenes, de San Fabián y de San Antón. En 1603 había una floreciente Cofradía con más de 700 cofrades que tenía un parral «en el pago de Corvera».

En algunas ocasiones sirvió de cementerio. Así durante las epidemias de los años 1804-1806 se hicieron enterramientos para 84 difuntos que se enterraron en el interior y a los pies de la entrada.

SAN BLAS. Es la castiza ermita de San Antón que a lo largo de su historia ha recibido tres nombres: San Cristóbal, San Blas y San Antón. De los tres se conservan recuerdos: la calle de San Critsóbal, el callejón de San Blas y la Plaza de San Antón.

Con San Sebastián, esta ermita procede de los orígenes del pueblo. También en 1500 estaba caída y se encarga a los vecinos que la reparen. El años 1511 ya estaba acabada pero sin cubrir, aunque se tenía la madera preparada para hacer el artesonado que ya está terminado en 1554 y que es de «pabellón cuadrado». Tenía un altar pintando al temple de San Cristóbal, de la Virgen y de San Blas. Los visitadores mandan que se pinten otra vez de buena mano «porque lo que al presente hay está indecentemente».

También utilizó como enterramiento los años de epidemias. Hemos contado 53 enterramientos realizados entre 1804 y 1806. A finales de siglo pasado tenía un retablo procedente de la Iglesia Parroquial cuando se trajo a ésta uno de Uclés.

LA CONCEPCIÓN. Es la actual ermitilla, junto al casino de la Llave. Era la capilla de un hospital que fundó en su testamento de 10 de Octubre de 1590 el Doctor Pablo Mota, procedente de la Universidad de Bolonia y un gran hombre del Quintanar de aquella época. Dicho doctor fundó un hospital para estudiantes y clérigos pasajeros «a quienes se les da posada y cama y guisarles la comida me trujeren y lo mismo a los vecinos que tuvieran tanta necesidad que no se pudieren curar».

El doctor Pablo Mota vendió todos sus bienes en almoneda para construir el Hospital y la Capilla. En el hospital había dos camas con «colchón de cordeles». Había también una cocina y bodega y un corral con pozo. Para su mantenimiento dejó trece censos que rentaban más de cinco mil maravedises al año.

En el siglo XVIII se labró la portada actual y a fines del siglo pasado de dedicó a escuela de niños, teniendo después usos muy diversos.

SANTA ANA. Es la más antigua de las ermitas extramuros. Sabemos que la construyó Francisco Gallardo y que en 1537 ya estaba edificada. Años después, en 1554 se dice que tenía una capilla central con un «pabellón ochovado a par y nudillo de cinta y saltino». Tenía sus tirantes, zapatas y aliceres de pino y se abrían en ella dos puertas, una con una reja de madera para poder rezar desde ella cuando estaba cerrada. El retablo era pintado y tenía a Santa Ana y dos ángeles. En la puerta estaban pintadas la Magdalena y San Juan Evangelista.

En 1603 ya había una imagen de Santa Ana de bulto con un testero pintado de muchos santos. En este año se manda que se escriban las Constituciones para que se rijan por ella los hermanos de la Cofradía.

También hubo enterramientos en esta ermita. Se han contado 70 entre los años de 1804-1806, además de otros 20 enterrados en el «Cuarto».

SAN BARTOLOMÉ. Estaba situado en el arranque del camino de Corral donde estuvo situado el jardinillo de Colón y está actualmente la Casa de la Cultura. De ella conservamos dos recuerdos: el nombre de Hoya de San Bartolomé y un brocal de pozo de piedra tallada que está en un rincón del parque.

La ermita la construyeron unos cofrades en el año 1554 tenían ocho tierras de sembradura de casi veinte fanegas de cabida. Con sus rentas construyeron la capilla que en 1603 se describe diciendo que «era muy buena y larga y de bastante anchor». Estaba muy bien enmaderada y tenía una imagen de bulto de San Bartolomé con un testero pintado de ángeles y santos. Había además otra imagen de San Roque. Tenía dos puertas, una al mediodía y otra al poniente.

También allí se enterraron en tiempos de grandes mortandades. Más de 40 enterramientos hemos contado además de 22 en el «Cuarto». Y debió desaparecer la desamortización.

SAN JUAN. Esta ermita estaba situada entre los caminos de la Puebla y Quero, en una tierra que fue huerta de Agapito Cabo. Como recuerdo queda un nombre: Las vistillas de San Juan.

La fundó por escritura de 13 de Junio del año 1606 D. Alonso Manuel de Lodeña, el Alférez Mayor de Quintanar que vivía en la calle de la Aguas en una casa que aún conserva su escudo de piedra. La fundación se hizo por encargo de su tío Don Fernando Manuel de Lodeña caballero de la orden de San Juan y comendador de Santa María de Viada y Rivadavia.

Para su mantenimiento dejó en censo 14000 maravedieses, a un vecino de Quintanar que tenía la obligación de entregar cada año 1000 maravedieses. La familia de Ludeña de encargaba de su limpieza y adorno. Así lo hicieron durante dos siglos por lo menos, pues en 1740 se manda que se retoque «la imagen de San Juan Bautista que está en la ermita extramuros, de la cual es patrono Ludeña». Quizá desapareció con la desamortización del siglo pasado.

SAN PEDRO. De esta pequeña ermita sólo tenemos el documento de este mapa. Lo único que podemos decir es que existía en 1752 y que debía ser bastante reciente, pues no hay documentos anteriores. Estaba situada al final de la calle del Monte, a mano derecha, y de ella queda un recuerdo: la Ronda de San Pedro.

En el mapa no aparece, naturalmente, la popular ermita de la Virgen que está en la carretera de Villanueva. En efecto se construyó después del dibujo del mapa. Su obra se hizo el año 1863 cuando se cumplían quinientos años de la aparición de la Virgen de la Piedad en aquel lugar según dice la tradición, el año 1363.

Juan Martín de Nicolás Cabo

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Las puertas de Quintanar

Durante un siglo- el siglo XV- Quintanar era una pequeña villa amurallada. Eran tiempos difíciles, de luchas internas, de ataques mutuos. Las villas de la Mancha se amuralllaron. Frente a los pequeños ejércitos merodeadores las villas ofrecían la resistencia de sus muros y sus soldados. Un día llegaron los hombres de Gonzalo de Villafuerte y derribaron las almenas y los torreones. Las villas quedaron llanas, pero el recuerdo de los muros quedó para siempre en el trazado de sus calles.

El cinturón de la muralla quintanareña arrancaba del actual «Puente de Palo» donde estaba la puerta de San Sebastián o de la Pontezuela, seguía por detrás de la casa de Don Javier Cadiñanos, enfilaba la calle Tejeros y en el cruce con la carretera de Madrid (donde comenzaba la alameda) se abría la Puerta del Corral o de San Bartolomé. Desde aquí el muro iba por las Vistillas de San Juan y en el arranque de la carretera de la Puebla y de la calle de las Aguas se abría la Puerta de Toledo o de San Juan. Precisamente es aquí donde queda el único resto visible de la muralla: la casa del muro. Calle de las Aguas adelante seguía la muralla hasta un portillo que es la senda de Herencia actual, más adelante la muralla seguía por la calle de la Arena y al cruzarse con la Calle Real (Calle Lisa actual) se abría la Puerta de Alcázar o del Rollo. El muro bajaba hasta la calle del General López Brea (Garcilaso) y en la actual placeta de los Carros se abría la Puerta de Belmonte o de San Cristóbal. Por entre las calles actuales de la Concepción y San Francisco el muro avanzaba hasta llegar a la puerta de San Sebastián y así quedaba cerrado el entorno. Fuera de la muralla quedaban algunas casas dispersas y las ermitas que rodeaban el pueblo.

Y ahora volvamos a un día cualquiera del siglo XV. Es el trece de octubre de 1480. Ha amanecido un día de otoño amarillento y sereno con un espléndido cielo azul y la promesa de un sol agradable. Vayamos a las puertas del Quintanar. Observemos las gentes. Veamos lo que pasa y lo que sale.

Hasta la puerta de San Sebastián ha llegado un ganado de ovejas que ahora está pasando la pontezuela de madera que hay sobre el riachuelo. En lo alto del cerrete de enfrente se ve la ermita de San Sebastián. Detrás de ellas unas cuentas huertas. El ganado de ovejas llegó ayer por la tarde por el camino de Villamayor procedente de la Sierra de Cuenca. Ha venido por la cañada conquense y baja al valle de Alcudia para pastar durante el invierno. La noche pasada el ganado abrevó en el Pozo de la Cadena y descansó en la ensanchá que hay a su alrededor, donde se juntan los caminos de Villanueva y Villamayor.

Mientras el ganado descansaba, el mayoral, un hombre curtido por el sol con su montera de cuero y su zurrón al costado pasó por la Puerta de San Sebastián y llegó cerca de la iglesia donde vivía don Juan de Vitoria. Allí estaba Lucía, una niña de once años, que servía en casa de don Juan desde hace un año. El mayoral abrazó a su hija y le dio un requesón nuevo que llevaba en el zurrón. La niña preguntó por su madre. Luego salió don Juan de Vitoria y recordó al mayoral que Lucía estaría en su casa durante nueve años según el contrato que firmaron ante el escribano.

El ganado ha pasado ya la Puerta, baja por la calle Grande, atraviesa la plaza y sale por la senda de Herencia. Pronto es una nube lejana de polvo y un resonar de esquilas. Entre el esquileo y la polvareda, el mayoral va recordando las cláusulas de contrato y las veces que tendrá que pasar aquella puerta hasta que Lucía vuelva con él a la serranía de Cuenca.

Por la puerta de San Bartolomé o del Corral sale un camino que primero conduce a la ermita de San Bartolomé de donde sale hacia la Hontanilla y por otro lado va a Corral de Almaguer cruzando el Río Gigüela por el Puente de Taray. Al amanecer del día trece de octubre de 1480 hay mucha gente en la Puerta de San Bartolomé. Un grupo de mujeres cubiertas de pañuelos y sombreros están impidiendo el paso a la villa a unos mozos que conducen una recua de asnos.

Las mujeres llevan esportillas en sus manos, calzan abarcas y se cubren con sombreros de paja, bajo los cuales sus rostros se tapan con grandes pañuelos de colores. Son vendimiadoras. Van hacia las viñas de Hontanilla y la cañada de las yeguas. Están cantando sus seguidillas mientras van saliendo por la Puerta. Luego caminarán un buen rato hasta llegar a las viñas. Allí vendrá el trabajo diario de levantarse y volverse a agachar. Descansarán a medio día y comerán su pan y tocino. Luego, sestearán un poco y volverán a los esportillos y las cepas hasta la puesta del Sol. Unos carros con grandes seras traerán a las bodegas la cargazón de uva donde unos hombres estarán cantando y pisando sobre montones de uvas chorreando de mosto.

Mientras salen las vendimiadoras están esperando para entrar en el Quintanar los mozos de la recua. Por fin pueden entrar. Cada burro trae un par de costales de tela fuerte que huelen a harina y salvado. Los mozos vienen de moler del río. Allí fueron hace dos días. El río viene bajo y el molino sólo puede moler a veces. Han estado en el Cerbero y otros en el Batán. Allí llevaron su trigo dorado y de allí traen harina descontando la maquila del molinero. Este año ha sido bueno y se olvidaron las penas de las sequías del año pasado cuando la cosecha fue escasa y murieron muchos niños.

En la puerta de Alcázar, una Puerta de dos hojas, ancha y noble donde termina la Calle Real, hay muchos niños y mucha gente. Calle Real abajo viene una tropa de caballeros armados con sus peones al lado. La gente ha salido a despedirlos.

Primero sale por la Puerta, en su caballo blanco, don Juan de Vitoria el alcaide. Viene con su armadura reluciente y su casco con cimera. Se cubre con un amplio manto blanco en que trae bordada una roja cruz de Santiago. En sus manos lleva el pendón de la Villa del Quintanar, una gran bandera blanca con la encina y la cruz de Santiago. Detrás sigue una tropilla de caballeros. Unos vienen de Villanueva y otros de Villa de don Fadrique. El pelotón final está formado por los seis caballeros cuantiosos del Quintanar. Allá viene Francisco Novillo en su caballo renqueante y con sus armas enmohecidas, pero mira con orgullo a los mozuelos. Allá viene Alonso Ortíz, el mozo, que despide a Aldonza su prometida. Allá vienen Manuel de López Brea, Juan Caravaca y Pedro Patudo en sus vistosos caballos y con armas recién compradas. Los muchachos miran el espectáculo con la boca abierta. Las mujeres lloriquean y rezan.

Los caballeros quintanareños han pasado la noche velando por sus armas ante la Piedad del camino de Villanueva. Ahora se unen a los de Don Fabrique y Villanueva y salen con don Juan de Vitoria para unirse en el Castillo de Criptana a los hombres que trae el Maestre desde Ocaña y Uclés. Luego partirán para Andalucía donde los Reyes están comenzando la campaña contra los moros de Granada. Cuando salen de la Puerta de Alcázar pasan junto al rollo de la villa donde se dividen los caminos de Alcázar y del Toboso. Desde el rollo se vuelven para mirar a la villa que les dice adiós con pañuelos y oraciones…..

Por la puerta de Toledo o de San Juan sale una doliente comitiva. Cuatro hombres con vestiduras hasta los pies y luengas barbas negras llevan unas parihuelas de madera adornada con flores. Sobre la parihuela una niña difunta de unos nueve años, con un vestido blanco y una corona de rosas en la cabeza. La niña difunta parece dormida, pero el triste clamor de los que la acompañan indica que es un entierro.

La niña Rebeca era hija de Salomón de las Mesuras, el judío quintanareño que se dedica al comercio de paños. El verano pasado la niña Rebeca fue atacada de fiebres malignas que no la dejaron descansar. La niña fue perdiendo color. Se hicieron oraciones en la sinagoga que hay junto a la Calle Real, pero el día 12, ayer, Rebeca murió. Poco antes su bisabuelo David de las Mesuras tomó a la niña con cuidado y la volvió de cara a la pared: ya no podía morir como debe una judía. David recordaba lo que oyó contar a sus padres del terrible verano de 1391 cuando los judíos del Quintar y de la Mancha fueron perseguidos a hierro y fuego. Ahora están en paz y la judería quintanareña, que vive entre la iglesia parroquial y la muralla, tiene su cementerio propio en los arenales de San Juan. Allí escavan un hoyo nuevo, ponen el cadáver en el suelo y lo cubren con una losa. Luego dejan flores…….

Los judíos están saliendo por la Puerta de Toledo. A un lado dejan el Pozo Amargo. Cruzan el arroyo. El rabino lleva su viejo libro de oraciones y todos van entonando salmos hebreos. Salomón de las Mesuras llora la desesperanza de su casa con la muerte de su hija Rebeca. «Que el Dios de Israel la haga descansar en verdes praderas»….va rezando. Algunos cristianos que ven pasar el cortejo se descubren silenciosos…»

Por la puerta de Belmonte o de San Cristóbal están saliendo, en este amanecer, un grupo de hombres a cuyo frente va el alguacil del Ayuntamiento. Los hombres llevan anguarinas de sayal y albarcas. Terciado sobre la espada llevan un hacha de leñador. El alguacil lleva una bandeja y una corneta. Salen camino del Monte adelante. Pasan por la ermita de San Critóbal y se pierden en la lejanía.

Estos hombres van al monte de la villa a cortar encinas viejas y entresacar las jóvenes. El monte que está entre los caminos de los Hinojosos y el de la Mota es la mayor riqueza de la villa y pertenece al Ayuntamiento. Cuando el pueblo necesita dinero para empedrar sus calles o librar a los soldados, el Ayuntamiento envía hombres al monte para llenar carretas de leña y con su importe cubrir aquellas necesidades. Cuando el frío arrecia, los hombres cortan unas cuantas carretadas de leña para darlas como aguinaldo a los pobres. El alguacil representa la justicia y el poder del Ayuntamiento, por eso lleva la bandera y no dejará que en el monte los merodeadores roben la leña del pueblo. Cuando lo leñadores salen por la Puerta de Belmonte, la gente que los ve siente la esperanza de un invierno confortable y cálido…..

Las puertas de Quintanar en 1480. Las calles de Quintanar en 1980. Han cambiado mucho las cosas y muchos nombres. Por aquellas puertas salían y entraban ilusiones, dolores, entusiasmos y trabajos: la condición humana en trasiego. Como hoy. Como siempre. Las puertas de Quintanar, aquellos años lejanos presenciaron la historia eterna del hombre que ama, sufre, suda y se ilusiona…………..

Juan Martín de Nicolás Cabo

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Pozos en Quintanar

 

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  1. Pozo de la cadena.
  2. Pozo de Lavauva: Cerca de la cañada de las Yeguas, en el camino del Molinillo. Con brocal y pila rectangular en buen estado. Tiene hierros para soporte de la garrucha con la inscripción H.S.C Y 1964, año de restauración.
  3. Pozo de Don Eloy: Situado cerca del Camino Cerbero, que lleva a las ruinas de molino de Cerbero, cerca del río Gigüela. Cerca de las ruinas del chozo circular de Rufina, en el paraje «La cruz del libro». Sin brocal, tapado por los restos de una pila rectangular.
  4. Pozo de la Hontanilla: Situado en el camino del Cerbero, al lado de una linde en alto. Tiene brocal circular, pila, con hierros para soporte de garrucha, con la inscirpción H.S.C.Y 1964, año de restauración.
  5. Pozo nuevo: Situado en el camino Lavauva. Con brocal hexagonal y pila rectangular. Tiene hierros para soporte de garrucha con inscripción H.S.C. 1964.
  6. Pozo del chillón: Situado en el camino de Quero, dentro del término de Puebla de Almoradiel, a 200 metros del límite del término, no lejos de Vallehermoso. Brocal roto, sin pila, uno de los más antiguos, rodeado de viñas.
  7. Pozo de San Isidro: Situado en la pradera de San Isidro, al lado de la Ermita. Con brocal y pila blanqueados en la restauración reciente. Hierros para soporte de garrucha con la inscripción 1999.
  8. Pozo del tío Cesareo: Situado en el camino de Guardalojo, no lejos del navajo de la Rizosa. Tiene brocal con hierros para soporte de garrucha, y la inscripción H.S.C y 1964. Rodeado de viñas.
  9. Pozo de los machos: Situado en el camino del Pozo de los machos, que sale a la derecha de la carretera Valencia. Con grueso brocal de piedra con hierros para soporte de garrucha y la inscripción H.S.C. y 1964. Cerca  de un altillo.
  10. Pozo de San Jorge. Situado en el camino de San Jorge, que sale de la Ermita de la Virgen de la Piedad y va hacia el término de Villanueva de Alcardete. Cerca del paraje de la Hontanilla. Tiene brocal y pila, con hierros para soporte de garrucha e inscripción H.S.C 1964.
  11. Pozo de la perla: Existe en Quintanar la calle Pozo de la Perla, donde había un pozo del que manaban aguas puras y cristalinas, que eran alivio de sus vecinos. Uno de ellos Filibús, un moro procedente de Almería que llegó muy joven a Quintanar, donde se casó y tuvo una hija a la que llamó Zaida.
  12. Pozo de Toconar: Situado en el camino de la casa Tortera, que sale a la izquierda de la Carretera de Miguel Esteban. Con brocal hexagonal, con hierros para soporte de garrucha y la inscripción CAL. Con pila de cemento.
  13. Pozo de la Tortera: Situado en el camino de Toconar. Pozo de gran diámetro. Al fondo Casa de la Tortera, de la que fue propietario D. Pascual Fernández.
  14. Pozo del Rebollo: Importante en tiempos pasados en el camino del pozo del Rebollo, cerca de los términos de Miguel Esteban y el Toboso. su brocal son unas grandes piedras sueltas, aunque está empedrado. Al fondo el paraje de los Llanos.
  15. Pozo de Doña Isabel: Situado en el paraje de San Pedro, en el Camino de Belmonte, a unos 200 metros derecha de la Carretera de los Hinojosos. Tiene brocal y pila anexa.
  16. Pozo de la Casa de Villanos: Pozo con brocal y dos altos muretes sin garrucha y con la pila rota, rodeado de pinos y cerca de pinsapos.

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La ermitilla

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Antigua Ermita de la Concepción, también fue capilla del hospital Virgen del Rosario, fundado por el doctor Pablo Mota en 1590. Funcionó como capilla hasta el siglo XIX, en el que pasó a ser escuela pública. Actualmente es la sala de exposiciones del Excmo. Ayuntamiento.

Antigua ermita de planta rectangular, situada entre medianeras. Posee una gran portada de arco de medio punto, cuyos estrados poseen semipilastras molduradas que continúan en el arco por encima de la imposta; en las enjutas, dos escudos ovales con cruces de Santiago. Se corona la portada por doble cornisamiento, siendo el primer piso, construido en mampostería antigua aparejada, se eleva un segundo recercado con sillares pero construido con mampostería tosca careada con hueco rectangular, que se remata con cornisa de obra prominente, mixtilínea, de influencia barroca. Del volumen general que se puede observar desde la calle, parece poderse deducir que la ermita es de una sola nave con presbiterio cuadrado elevado.

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Ermita de Santa Ana

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Situada al otro lado de la carretera nacional, frente al rollo y el camino del cementerio. Fundada por Francisco Gallardo, estando ya edificada en 1537. Restaurada en 1955, actualmente se ha vuelto a restaurar el tejado y parte externa de la Ermita.

Edificio exento, de una sola nave, de planta de cruz latina de dos tramos sin apilastrar, más un tercero, actualmente reforzado en su centro por un arco sobre gruesos pilares, con ábside plano en el testero y sacristía rectangular situada tras éste.

La nave se cubre con tramos de bóveda de cañón con lunetas, y así lo hacen los brazos del crucero y el testero, cerrándose el crucero con cúpula de media naranja sobre pechinas, todo ello con decoración barroca geométrica. Se sitúa el acceso a los pies de la nave, presentando el imafronte exteriormente una buena portada barroca, con baquetón mixtilíneo y cornisa, enmarcado por pináculos  y encerrando oculo, que sostiene espadaña de un ojo, todo ello enfoscado y pintado. El cerramiento originario es de mampostería a la vista, y la cubierta de teja árabe. Frente al edificio, pequeño espacio arbolado encerrado por barcana con machones.

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Ermita de San Juan

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Cerca de una de las puertas del recinto amurallado y del camino de Puebla de Almoradiel, fundada por Alonso Manuel de Ludeña, Alférez Mayor de esta Villa, el 13 de Junio de 1606. Situado en el nº 39 de la calle las Aguas. En 1845 estaba en ruinas. El 18 de Junio de 1995 se inauguraba la nueva ermita de San Juan, en los terrenos cedidos por Juan Justo, y bendecida por el arzobispo de Toledo Cardenal Primado de España, D. Marcelo González Martín.

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El rollo de Santa Ana

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Quintanar como cabeza de gobernación, con Gobernador y Justicia Mayor, con su jurisdicción civil y criminal, pudo establecer en su término rollo o picota, para que los villanos recibieran públicamente su pena y castigo. Está colocado frente a la Ermita de Santa Ana.

Rollo elevado sobre basamento de planta cuadrada, de tres escalones. Presenta una base cuadrada, y un fuste de esquinas achaflanadas, aproximadamente troncónico hasta media altura, para continuar luego con sección constante hasta la moldura superior, sobre la que se eleva un capitel labrado, con un cornisamiento superior incompleto, de moldura prominente. A la altura de la cornisa, presenta dos elementos de hierro, en forma de serpientes.

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Iglesia de Santiago de la Espada

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Comenzada antes de 1520, durando las obras hasta 1570, con la terminación de la torre. Iglesia de tres naves, siendo la central de doble anchura que las laterales y de tres tramos, colocándose el presbiterio en el primero; las naves laterales son de dos tramos, comunicándose los primeros mediante arcos apuntados con capillas que, al estar a su vez unidas a oras laterales y a ala mayor mediante arcos también apuntados, configuran espacios de difícil definición. El testero lo constituye un ábside plano, situándose a los pies el campanario en capilla en su interior y coro elevado sobre ésta, y son apuntados los arcos fajones y formeros, sostenidos por gruesos pilares de sección circular con pocos baquetones que alcanzan la base y por ménsulas en los cerramientos laterales. Se cubren los tramos de las naves así como el presbiterio  y una gran capilla en el lado derecho del primer tramo, mediante bóvedas nervadas. El coro, que se une a la nave mediante arco de medio punto de grueso intrados de piedra lisa, se cubre con una bóveda de arista viva, con profusión de dibujos mixtilíneos.

La primera capilla del lado derecho posee dos hornacinas renacentistas con ábside plano, arco moldurado, pilastras, entablamento y frontón, y buena rejería.

Las capillas situadas en el costado izquierdo son todas ellas diferentes; la primera se cubre con extraña bóveda ovalada y rebajada con pechinas que apoya en arcos de medio punto; las dos siguientes a las que se accede a través de los arcos de medio punto se cubren con bóvedas de media naranja sobre pechinas con imposta, y por bóveda de arista viva respectivamente. A los dos lados del coro a los pies de las naves laterales, dos arcos de medio punto con rejería de bolillos dan acceso a sendas capillas.

El acceso a la iglesia se efectúa a través de dos atrios laterales de arco de medio punto (lado norte) y rebajado (lado sur) sobre pilastras e impostas, estando el segundo cerrado por una verja, cubiertos ambos por tejados. La portada del acceso norte, de dos cuerpos, tiene en el primer arco de medio punto enmarcado por baquetón y columnas toscazas sobre plintos, que sostienen entablamento con cornisa quebrada y pináculos; el segundo cuerpo presenta una hornacina superior, enmarcado todo por arco apuntado.

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En el cerramiento sur se advierte una bella ventana plateresca con frontón triangular y pináculos, cegada y encerrando un ventanuco enrejado. El campanario en piedra es de planta rectangular y gran mole de cuatro cuerpos a los que se adosa en el lateral derecho el cuerpo semicircular de la escalera; en los cuerpos inferiores hay algunas ventanas de medio punto y arquivoltas góticos o de estilo plateresco, o huecos sencillos, siendo de medio punto en el cuatro y dos por cara (en la cara frontal está cegado, para contener el reloj).

Se remata la torre por cornisas con górgolas lisas (una segunda separa el tercer del cuarto cuerpo) y balustrada. La cubierta es de teja árabe.

IGLESIA, SUS ORÍGENES Y REFORMAS. (Extraído de «Crónica de un retablo»/ Revista La Encina.

  • 1498. Los visitadores de la Orden de Santiago hablan de una iglesia muy antigua, muy vieja, que necesitaba reparaciones, y ordenan construir una iglesia nueva. Entonces, la sacristía estaba debajo del altar mayor.
  • 1525. Ya está en marcha la reparación de la vieja iglesia, por el cantero Pedro, maestro de Mota. La iglesia consta de tres bóvedas y es preciso reconstruir los pilares torales. Pedro tenía contratada la ora a destajo y el Ayuntamiento pagaba la mano de obra y los materiales, pero para seguridad de la obra había una cláusula por la que el cantero Pedro se obligaba a pagar 50 ducados para la iglesia, como garantía, si no quedaba bien.
  • 1527. En la «Historia fiel y popular del pueblo de Quintanar», del padre Juan Martín de Nicolás, dice en verso: «1527, en un tiempo de Carlos V la iglesia se construyó, con dinero de los toros la torre se levantó. El Papa dio su permiso en una Bula latina para gastar en la torre el precio de las corridas».
  • 1537. Se aprueban los planos de la nueva iglesia (la actual), del maestro de cantería de Uclés,  Francisco de Luna, designado por la Orden de Santiago, quien dejó los planos de la torre y luego realizó el arquitecto vasco Pedro de Arausia.
  • 1538. Comienzan las obras de la nueva iglesia. La torre es construida por Pedro de Arausia y Juan de Verdosaza. La descripción que hacen de la iglesia en 1881 es:
  •    La iglesia fue construida en el s. XVI, principalmente con las limosnas del vecindario.
  •  Sus soportes con columnas fasciculadas, de robusto fuste central y cilíndrico, con ménsulas junto a los muros.
  •  Tiene tres naves espaciosas, siendo la central más alta y ancha que las laterales.
  • La bóveda es de crucería, toda de piedra.
  • Su estilo es mixto: gótico, plateresco y greco-romano.
  • Tiene seis capillas, todas armadas con cuatro pilares.
  • Tiene dos sacristías y dos coros.
  • La torre es cuadrada, de 40 varas de alto y 40 varas de perímetro en su base, con una escalera de caracol. Toda ella construida con piedras de sillería y mampostería, con campanas, ventanas de medio punto, perfiles góticos y frontón greco-romano. Las campanas están instaladas en el cuerpo superior, en arcos de medio punto. La cubierta de la torre está protegida con una barandilla todo su perímetro.
  • 1560. Hans de Nimega (cambió  su nombre por Juan Enríquez), era un relojero holandés que tenía su taller en Santa María de Campo Rus (Cuenca) y que en 1560 instaló su taller y fragua en Quintanar y, por encargo del Ayuntamiento comenzó a trabajar en el reloj de la torre de la iglesia, finalizando su trabajo en el año 1562.
  • 1570. Han pasado 32 años desde el comienzo de las obras, cuyos sueldos y materiales era a cargo del Ayuntamiento, pero éste no pagaba a su tiempo los salarios, por lo que, el 10 de Octubre de 1570 Pedro de Arausia solicta le fíen el pan de la Villa a cuenta de lo que le deben por construir la torre de la iglesia parroquial. A Pedro de Arausia, como ahora ocurre a algunos que visitan Quintanar y con residencia temporal, le agradaba el ambiente del pueblo, sus gentes, su trato, etc. y solicitó empadronarse en Quintanar. Posteriormente el rey Felipe II le nombró corregidor Perpetuo de la Villa.
  • 1572. Al sacristán organista, Andrés García Calvo le nombran encargado de cuidar el reloj y que tocara a nublo de día, con un salario de 14000 maravedises, que se le pagarían en tres partes.
  • 1575. Las obras han durado 37 años, desde 1538 a 1575 año en que se dan por finalizadas, siendo regidores Andrés de Migolla y Pablo Mota.
  • 1601. El reloj de la iglesia necesita una nueva reparación que la realiza el relojero francés Pelandro Pierrez, domiciliado en Valverde, y la factura de 300 reales la paga el Ayuntamiento.
  • 1603. A los 28 años de terminada la construcción de la nueva iglesia comienzan las reparaciones. En 1603, Martín de Areiza y Aparicio de Aizpurua proceden a efectuar una reparación.
  • 1613. Los regidores del Ayuntamiento someten a votación la elección del relojero, recayendo el cargo en Juan Verdugo, con un salario de 6 ducados al año.
  • 1615. Juan Martínez, maestro relojero domiciliado en Torrejoncillo se compromete con el Ayuntamiento a reparar el reloj de la iglesia, con un presupuesto de 10 ducados, pero el Ayuntamiento consigue además y por el mismo precio el mantenimiento del reloj durante cuatro años. Otras reparaciones del reloj sucedieron, de las que no hay constancia hasta 1804.
  • 1655. Los gastos de instalación y mantenimiento del reloj habían sido siempre por cuenta del Ayuntamiento, hasta que éste decretó ceder su uso a la parroquia, a condición de que tuviese un correcto funcionamiento y mantenimiento, pero el 20 de Enero de 1655 es revocada la donación y el reloj pasa nuevamente a cargo y cuidado del Ayuntamiento.
  • 1743. Nuevamente se procede a reparar la iglesia, por daños que ha sufrido a causa de un terremoto que se produce el 1 de Noviembre de 1756, afectando a la torre y cayendo algunas almenas.
  • 1760. Francisco Javier Bahillo, cura párroco, ordena poner un suelo nuevo de ladrillo en la iglesia parroquial.
  • 1804. En Enero, el Ayuntamiento firma un contrato con Andrés Fernández Macorro, de 29 años, herrero de Quinanar, para la reparación del reloj, por importe de 2037 reales de vellón, previo detallado presupuesto de todas las reparaciones a efectuar.
  • 1902. D. Constantino Aragonés Torrecilla, cura párroco, ordena la ejecución de nuevas obras en la iglesia:
  1. El presbiterio se hace más amplio.
  2. El suelo de ladrillo se sustituye por otra baldosa de mosaico.
  3. En dos rinconadas que había a ambos lados de la torre, construye dos dependencias parroquiales (que el 1991 se utilizan para despacho parroquial, catequesis y otros usos) y en el atrio del mediodía reforma un trastero  y lo destina a Biblioteca.
  • 1910. La sacristía y sala de conferencias son pavimentadas y pintadas sus paredes.
  • 1963. D. Agustín Ramírez, cura párroco, inicia una nueva restauración de la iglesia, a causa de los destrozos producidos durante la guerra civil. D. Luis García-Donas, sucesor de D. Agustín, hizo más obras en el coro y en la capilla del Santo Cristo.
  • 1990. Siendo cura párroco D. Marcelino Casas Puente, se promueve una suscripción popular para la restauración de la iglesia parroquial, consiste en:
  1. Restauración de la cubierta (casi toda ella).
  2. Remodelación del presbiterio.
  3. Decoración y pintura exterior.
  4. Construcción e instalación de un retablo nuevo, por haber sido quemado el anterior retablo en la guerra de 1936.
  • 1990. 9 de Julio comienzan las obras en el tejado de la iglesia. Tras una larga negociación con varios albañiles se decide encargar la obra a Francisco Escudero Ruiz con la colaboración de los también albañiles Gregorio Vela Cordones y Nicolás Escudero Torres. También hay que destacar la gran colaboración prestada por el sacristán Carlos Plaza Pintado. Las obras se ejecutan por administración, o sea que, los materiales se compran directamente y también se contratan directamente los similares (electricistas, carpintero, pintor)
  • 1990. 2 de Noviembre finaliza la obra del tejado y se prepara la restauración del interior del templo.
  • 1990. 5 de Noviembre la iglesia parroquial se cierra al culto y todos los actos religiosos se trasladan a la ermita de la Virgen de la Piedad.
  • 1990. 23 de Marzo, acto de reapertura del templo parroquial, ceremonia presidida por el Cardenal primado de España D. Marcelo González Martín.

RETABLOS DE LA IGLESIA PARROQUIAL

PRIMER RETABLO

  • 1658. El Ayuntamiento contrata con el quintanareño Juan de Villoslada el Dorado y pintura de la custodia del altar mayor, en 1500 reales, que cobraría pasado el año 1662.
  • 1685 Fallece Doña Catalina Gallardo Velasco y San Martín, primera esposa de Don Hipólito de Rada y Grajero, gobernador de Quintanar. En su testamento deja 10000 reales para la construcción del retablo del altar mayor de la iglesia parroquial.
  • 1689. 29 de Diciembre. Los regidores de la Villa de Quintanar son: San Martín (Cura Párroco); Andrés Franco Marmolejo (Abogado); Hipólito de Rada y Grajero (Gobernador), decretaron que el Ayuntamiento, a petición de los vecinos, procediera a dorar el retablo del altar mayor de la Iglesia parroquial. Se sacó a subsasta pública y acudieron los doradores Tomás de Mora (vecino de Madrid), Alonso Antón (vecino de Madrid). Alonso Antón mejoró las condiciones y precio del primero dejándolo en 11000 reales. Pasó la fecha de la subasta pública y dos días después acordaron la adjudicación de la obra al mejor postor, que era Alonso Antón. Este documento fue firmado en el año 1960 por Francisco Ortíz de Horcajada.
  • 1709. 12 de Enero. Fallece D. Gabriel García Dardero, escultor del primer retablo.
  • 1881. El primer retablo de la parroquia es desmontado y trasladado a la ermita de San Antón (antes de San Blas). En este mismo año el presbítero D. Francisco María Martínez Marín lo describe así: El altar mayor es un templete con balustrada de hierro, que separa el presbiterio del cuerpo de la iglesia. Bajorrelieves en nogal y tallas de varios apóstoles, de medio cuerpo. El coro es de nogal.

SEGUNDO RETABLO donado por el Prior de Uclés de la Orden de Santiago.

  • 1991. 16 de Febrero. Viaje a Tordesillas (Valladolid) de Marcelino Casas, Carmen Martín de Nicolás y José Solera Parra. Allí se produce una entrevista con el anticuario de Madrid, D. Manuel Martín Franco, domiciliado en la calle Prado, 10, quien tiene en venta un retablo, propiedad de la condesa de la Puebla, instalado en la Fundación Hospital Mater Dei, de Tordesillas. El hospital Mater Dei fue fundado en el año 1467 por Dña. Beatriz, hija del rey de Portugal. El retablo fue construido en 1760. En la entrevista con el Sr. Martín Franco se negocia la compra del citado retablo, y tras varias semanas y con autorización de la Directora del Patrimonio Artístico de Castilla León, Doña Eloísa Watemberg, la condesa de Puebla vende a la parroquia de Quintanar el citado retablo, donde llega el 08/0/3/1991 a las seis de la mañana. El día 11 de Marzo comienza la instalación del retablo en el altar mayor de la iglesia parroquial.

 

 

 

 

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Casa de piedra

museo

Casa Solariega, perteneció a la noble familia de los Radas. No se realizó jasta 1658-1686. Hay dos escudos enfrentados en sus ascendentes.

Casas palacio de dos plantas con dos esquinas, de cerramientos en sillares algo irregulares, con pórtico central, constituído por portalón adintelado de grueso baquetón mixtilíneo que encierra otro de menor resalte con motivo decorativo en el centro del dintel; sobre la puerta, hueco similar al inferior, aunque de menor proporción, constituyendo un balcón corrido en forja, con cinco ménsulas de hierro, y que se apoya sobre la cornisa de remate enmarcándose por pináculos también en bajorrelieves. Sobre el frontón, hueco rectangular sencillo, cegado, y a sus lados, grandes escudos nobiliarios de buena hechura y decoración. El resto de los huecos lo constituyen cuatro ventanales enrejados de amplias proporciones en el puño izquierdo, y en el derecho, otros similares, aunque uno de ellos ha sido sustituido por una puerta moderna. La cubierta de teja árabe con alero sencillo en canes de madera, presenta un torreón de planta rectangular de cubierta a cuatro aguas, descentrada, con dos huecos sencillos.

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